Historia
Desde 1954, en El Paular reside una comunidad de monjes benedictinos, de la Congregación “Sublacense»
Desde 1954, en El Paular reside una comunidad de monjes benedictinos, de la Congregación “Sublacense”. Somos monjes contemplativos, nuestro fundador es San Benito (480 – 528). Cada monasterio es independiente uno del otro, lo mismo que el noviciado, cada monasterio es casa de formación, es decir, posee su propio noviciado. Los monjes vamos varias veces a la capilla, para orar y cantar a Dios. Los primeros años fueron muy duros, ya que el monasterio se encontraba en muy lamentable estado de conservación. El esfuerzo, la entrega de estos primeros moradores, consiguieron hacer más confortable el monasterio a lo largo de los años.
Los trabajos han sido muy variados: La licorería, donde se hacían varios licores (Ponche o Whisky) y el licor benedictino según la receta propia del monasterio. Hace unos años El Paular lo volvió a recuperar y se vende en la tienda. La quesería, donde se hacían varios tipos de quesos. Una piscifactoría de truchas. Un colegio internado para niños. La huerta y granja.
Actualmente los monjes del Paular nos dedicamos a la conservación y mantenimiento del monasterio. Atendemos y enseñamos el monasterio a cuantas personas se dirigen a este cenobio. En la tienda se venden productos hechos por monjes y monjas de distintos monasterios así como diversos objetos de recuerdo. Siguiendo la tradición benedictina recibimos huéspedes, que se alojan en nuestra hospedería. También, atendiendo a la pastoral litúrgica, celebramos bodas en la iglesia del monasterio.
Aparte de los trabajos, nosotros los monjes, dedicamos una parte importante del día al oficio divino y a nuestra formación, (música o canto, Lectio Divina…) es conocido el lema benedictino: “Ora et labora”.
El 29 de agosto de 1390, Juan I, Rey de Castilla, ponía la primera piedra a la futura cartuja, la primera en el reino de Castilla y la sexta en España. Pero con la guerra de la independencia a principios del siglo XIX y más tarde la desamortización de 1835, la vida religiosa se interrumpe. En 1844 el Excelentísimo Señor Don Rafael Sánchez Merino compra por 40.000 duros el recinto monástico y es el Estado 20 años más tarde quien se lo compra a esta familia por 60.000 duros.
La vida religiosa vuelve otra vez, pero de manos de Franco. En 1942, en un viaje a Cataluña y hospedándose en Monserrat, le gusta tanto el ambiente religioso que allí había que decidió trasladarlo a Madrid y elige la Cartuja de El Paular, que en esos momentos se encontraba deshabitada. Se lo ofrece a sus legítimos dueños, los cartujos, que lo rechazan. La cartuja es ofrecida a una comunidad de benedictinos en La Rioja, “La Abadía de Valvanera”, cuyos monjes llegan a El Paular el 20 de marzo de 1954.